Desde este rincón narrador y semanasantero no quiero rezar al Jesús del madero sino al que anduvo en la Cruz. Ahora son todos los que están, más no están todos lo que son. Yo he vuelto en Domingo de Ramos, en la Corrala de Santiago, a disfrutar de su concierto. Sublime interpretación que me dio inspiración, por ello con un oportuno giro no quiero que la Valiente quedé en el olvido, queda el mencionado rincón dedicado para glosar el ayer, hoy y el mañana de nuestra Semana Santa, para disfrute de todo aquel que le apetezca este plan en su nuevo afán. Desde el mismo os deseo una magna Estación de Penitencia en la que portaréis al Cristo de la Lanzada para que lo disfrute toda Granada, yo lo haré cuando delante tenga su presencia, desde el amor y la obediencia.
Comenzamos rememorando el ayer:
Vía Crucis Abaicinero

La salida procesional se realizaba regularmente el día del Viernes Santo, a la hora del alba, desde la iglesia del Salvador. A la misma hora desde la cercana Iglesia de San Bartolomé, iniciaba también su peregrinación procesional la Virgen de los Dolores. Ambas imágenes eran transportadas en andas hasta plaza Larga, siendo aclamado su encuentro. Al principio, los hermanos que acompañaban a los pasos no iban vestidos con vestimentas penitenciales. En su momento las túnicas nazarenas fueron de color morado con bordadura a los pies, rememorando la túnica del Señor. El Cristo de la Amargura marchaba desde plaza Larga, seguido de la Virgen de los Dolores, por la calle del agua, las Cuatro Esquinas, San Gregorio, plaza de la Cruz de la Piedra y carril de San Miguel hasta llegar a la ermita del Arcángel.
Las imágenes quedaban allí y pasada la Semana Santa, los cofrades realizaban el traslado del Cristo a la iglesia del Salvador y la Virgen a la de San Bartolomé. Las dos imágenes desaparecieron en los incendios de los años treinta. De 1936 a 1944 no hubo procesión, reanudándose la tradición cuando se encargaron las nuevas imágenes.
De una manera algo impresionista, me gustaría dar unas pinceladas de color a este gran evento que tristemente, como otras cosas de la Granada de ayer, han caído en la senda del olvido.
Imaginad esa suave madrugada abrileña, de la primavera granadina, dulce, melancólica; que se despierta al son de una discreta sinfonía luminosa, que va posando sus tenues luces en la pureza de la sierra lejana, y en los vagos contornos de las rojas colinas. Una blanda neblina envuelve sus pintorescas callejas de barrio moruno. Gracioso laberinto propicio a las románticas fantasías y evocación de tiernas palabras. Rosados destellos alegran las viejas hornacinas conservadas por la devoción. Delicados aromas brotan de las blancas tapias de su encantados cármenes y pintureros huertecillos. Canta saltarina el agua en sus limpias acequias, para brillar mansamente en sus aljibes de elegantes trazas.





Con el incendio acaecido posteriormente en la Iglesia del Salvador, desaparecieron los estandartes que se lucían en la tradicional procesión, que se debían a las firmas de los mejores pintores granadinos. Como igualmente de óleos, también de artistas locales, que servían como motivos pasionistas para los altares del trayecto, que junto con las maravillas que guardaba el templo, fueron pasto de las llamas, para tristeza de quienes con su entusiasmo y sacrificio habían dado vida al Vía Crucis en sus primeros tiempos.

Al fin alcanza el cortejo la empinada cuesta del cerro del Aceituno, para llegar a la ermita donde se venera a San Miguel Arcángel. Aquí es donde el cuadro adquiere su más sublime expresión. Ha triunfado el sol completamente, bajo su yugo vemos la ciudad recostada e indolente al pie de la colina, brillan las casas con fresca blancura, surgen notas policromadas de lujuriante vegetación y se extiende en la lejanía la serena majestuosidad de la Vega, ondulante y sedosa como un manto oriental. Tras un mar de brumas se asoma en el horizonte la opulenta Sierra Nevada. Como orgullosa matrona que luce sus altas y blancas tocas.
Hay en todo una maravillosa armonía, el cielo, la tierra, la luz, la brisa, las gentes, todo.Todo forma un indefinible conjunto que sólo aquí se puede admirar. En esta mañana luminosa de primavera un pueblo sencillo, artesano y artista realiza la más típica y sugestiva de las procesiones de la Semana Santa.

Dedicado a los albaicineros, que fueron, son y serán las piedras de este imponente barrio.
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